"Nos
dicen algunos que el cambio de estación supone ciertas alteraciones
vitales en todos los seres vivos de nuestra vieja Tierra, sin olvidar a
la gran familia humana, cambios que nos afectan profundamente a nivel
psicosomático, más visibles o más palpables en unas personas que en
otras. Sin duda que así es, sometidos como estamos a las leyes que rigen
nuestro mundo. Pero con independencia de todo ello hay algo que nunca
cambia, algo inmutable, y es la permanente e inagotable bendición que el
Creador dispensa a sus hijos cada comienzo de semana, invitándonos a
adorarle en la comunión con nuestros hermanos y amigos, compartiendo su
Palabra y proclamando cuanto él ha realizado (y realiza) en nuestras
vidas. Este primer domingo de otoño no será la excepción."