1. Confiesa abiertamente tus desgracias y desengaños (Salmo 3:1-8; 5:1 12).
2. Cuando atraviese una decepción o una desgracia, refiexiona sobre como te sientes en Iugar de pretender que nada anda mal {2 Samuel 1:4, 17-27; Salmo 11:1-17).
3. Cuando te encuentras alguien que te ha herido o dañado, habla en primera persona («Yo» y «mi») cómo es que te sientes en vez de hablar en tono acusatorio en segunta persona («tu» o «ellos») sobre de lo que te hizieron (Proverbios 25:11; Efesios 4:29-32).
4. Tomo el tiempo para condolerte de las desgracias como lo hizó el Rey David (Salmo 69) y como lo hizó Jesús Cristo (Mateo 26:39; Juan 11:31; 12:27) con el proposito que los hermanos nesecitados que pasen por grandes dolores y aflicciones vean en tí un ejemplo de superación en Cristo Jesús, porque saben que reconoces tus desgracias y aflicciones de tú propia vida, los puedo comprender y los puedo ayudar (2 Corintios 1:3-7).
Libro "Una Iglesia emocionalmente sana"